Archivo del autor Jessica Pazmino

Nombramiento como Editor en Jefe del Latin American Neurointensive Care Journal

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El Hospital de Especialidades Eugenio Espejo se complace en informar que el Dr. Manuel Jibaja, Responsable del Servicio de Cuidados Intensivos, ha sido designado como Editor en Jefe del Latin American Neurointensive Care Journal, a partir del Volumen 2 correspondiente a junio de 2025. Esta publicación es el órgano oficial de la Latin American Brain Injury Consortium/Terapia Neurointensiva en Latinoamérica (LABIC), una organización científica dedicada a promover la investigación, formación y colaboración regional en el campo del cuidado neurocrítico.

La revista tiene como objetivo difundir conocimientos, experiencias clínicas y avances científicos relacionados con el manejo integral de pacientes con lesiones neurológicas agudas, consolidándose como una plataforma de alto nivel académico para profesionales de terapia intensiva, neurología, neurocirugía y afines en toda América Latina.

Este nombramiento representa un reconocimiento a la destacada trayectoria del Dr. Jibaja como médico intensivista, docente y referente en el ámbito del cuidado crítico neurológico. Su liderazgo contribuirá significativamente a fortalecer la visibilidad de la investigación regional y al intercambio de buenas prácticas en beneficio de la atención a los pacientes más complejos.

Felicitamos al Dr. Jibaja por este merecido nombramiento, que enaltece el nombre de nuestra institución y del país.

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¡Fuimos testigos del milagro de la vida!

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En una muestra de trabajo articulado y compromiso humano, el Hospital de Especialidades Eugenio Espejo y el Hospital Gineco Obstétrico Isidro Ayora acompañaron un momento extraordinario: el nacimiento del bebé de una paciente de nuestra Unidad de Neurocirugía.

Nuestra paciente, de apenas 21 años, ingresó con un diagnóstico de hemorragia subaracnoidea Fisher II, una condición grave que implica sangrado en el espacio entre el cerebro y el tejido que lo recubre. Esta clasificación (Fisher II) indica que el sangrado, aunque no masivo, representa un alto riesgo de complicaciones neurológicas y requiere vigilancia especializada.

Gracias al trabajo coordinado de los equipos médicos y al seguimiento constante, fue posible estabilizar a la madre y asegurar un parto exitoso. Aunque se tenía lista una incubadora para el recién nacido, los profesionales del Hospital Isidro Ayora recomendaron aplicar el método canguro: una técnica basada en el contacto piel con piel entre el bebé y su padre, que ayuda a regular la temperatura, el ritmo cardíaco y la respiración del recién nacido, fortaleciendo además el vínculo afectivo.

Nos llena de alegría compartir esta historia que nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos: porque cada vida importa y porque cuidar de nuestras pacientes también significa darles esperanza.

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Anita Kang es ejemplo de fe y fortaleza

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“En el área de Neurología, encontramos Hye Jung Kang Lee, más conocida como Anita Kang, sentada junto a su esposo Juan. Ella, de rostro sereno y mirada profunda, nos observa con una chispa nueva en los ojos. Esa luz no es solo reflejo de la mejoría física que ha experimentado, sino de la esperanza que ha renacido tras días de incertidumbre. “Es un milagro”, repite con humildad y gratitud.

Su condición era crítica, y hoy, con voz clara, sueña con volver pronto a la vida… incluso a la pachanga. Su historia no ha sido fácil. Tras recorrer varias instituciones sin diagnóstico claro y hasta con dudas sobre su estado mental, fue en este hospital donde, finalmente, le confirmaron que padecía el síndrome de Guillain-Barré. Gracias a la intervención del equipo de neurología, el apoyo de medicina interna y muchas manos comprometidas, Anita comenzó un tratamiento intensivo que ha cambiado radicalmente su estado. Aunque no fue sometida a cirugía, la atención fue constante, delicada, humana. Incluso en los momentos más duros, cuando pensaba rendirse, decidió confiar y dejar su recuperación en manos de Dios… y del equipo médico. Juan, su compañero de vida desde 1987, no se separa de su lado.

Es testigo de cada gesto de cuidado, de cada palabra de aliento. Habla con gratitud de todos: médicos, enfermeras, auxiliares, hasta quienes llevan las bandejas con la comida. Su recuperación es aún un proceso, pero ha dado pasos importantes, y los médicos han decidido continuar el tratamiento sin necesidad de intervenciones invasivas. Hoy, Anita es ejemplo de fe y de fortaleza. A quienes atraviesan enfermedades complejas, les deja un mensaje: “Tengan fe, hagan caso a los médicos. Así se sale adelante, como yo… como un milagro.” Su historia nos recuerda que, detrás de cada paciente, hay una vida que espera volver a sonreír. Y que, en este hospital, cada vida importa.”

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Donde florece la vocación: la historia de Susy en cuidados intensivos

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En la silenciosa pero vital área de Cuidados Intensivos, hay una presencia que no pasa desapercibida. Marta Susana Ávila Cevallos lleva 15 años entregando cuerpo y alma como auxiliar de enfermería.

Su caminar es sereno, sus manos diligentes, y su voz, siempre lista para calmar el temor de quienes luchan desde una cama por volver a casa. La misión de Susy es muy íntima. Es quien se asegura de que el paciente esté limpio, cómodo, acompañado. De que alguien le hable cuando la soledad aprieta, de que un abrazo o una caricia alivien lo que la medicina no siempre alcanza. “Trato de que se sientan como en su casa”, dice con orgullo. Sus manos han sostenido las de muchos. Como las de aquel joven de 17 años, que sin poder hablar, solo necesitaba saber que alguien lo escuchaba. Susy lo entendió sin palabras, como entiende cada día que su labor no es menor. “Un auxiliar de enfermería no es solo quien limpia. Es quien acompaña , quien da esperanza.” Su mensaje es claro: la atención en salud es un trabajo de equipo.

Y en ese engranaje, los auxiliares son esenciales. A sus compañeros les pide que sigan sirviendo con amor, y a las familias, que confíen. Porque cuando el profesionalismo se une con la empatía, nacen milagros que no siempre están en los manuales, pero sí en los gestos.

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Óscar Iván Molina Silbaña: 33 años de imágenes, humanidad y gratitud

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Entre ecos, resonancias y luces de tomografías, ha brillado por más de tres décadas una figura discreta pero esencial: la del licenciado Óscar Iván Molina Silbaña. Técnico en radiología, pero sobre todo un ser humano profundamente empático, Óscar ha sido mucho más que un profesional de la imagen: ha sido un puente de ternura y dignidad para cientos de pacientes.

Sus recuerdos no están llenos de tecnologías ni de protocolos, sino de manos estrechadas, voces agradecidas y miradas que encontraron consuelo. “Lo más bonito ha sido darles la mano y que me den un Dios le pague”, cuenta, con la humildad de quien sabe que su mayor logro fue estar cerca del dolor ajeno sin perder la compasión.

Hoy, al borde de su jubilación, no se despide con tristeza sino con gratitud. Deja tras de sí no solo una carrera ejemplar, sino un legado vivo en sus hijos —algunos de ellos ya en el camino de la salud pública— y en los compañeros a quienes formó con la misma calidez que brindó a cada paciente. “Este hospital es nuestra segunda casa”, afirma, convencido de que aquí se aprende lo que en ningún otro lugar: a ser mejor persona.

Óscar no sabe aún qué le deparará el futuro, pero tiene claro que caminará acompañado de la fe que siempre lo sostuvo. Lo cierto es que su historia permanecerá irradiando luz en los pasillos del hospital que lo vio crecer, servir y amar.

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