
Durante un recorrido, nos encontramos con Rosa Díaz y su esposo, Secundino Pino, oriundos de Venezuela. Rosa y Secundino llevan ya cuatro años en esta casa de salud, donde han enfrentado, paso a paso, los retos que la vida y la enfermedad les han puesto. La historia de su estadía aquí comenzó con un diagnóstico de leucemia linfocítica crónica en Secundino, el cual se complicó con otras afecciones: diabetes, hipertensión e incluso un infarto. “Gracias a Dios hemos avanzado con todas estas enfermedades. No hemos fallado nunca una cita médica”, nos dice Rosa, dejando ver la fortaleza y disciplina que ambos han mantenido.
Hoy, Secundino está esperando recibir una inyección intravítrea, pues su visión ha sido gravemente afectada: apenas distingue un 10% con su ojo derecho. Sin embargo, sigue fielmente cada cita, cada tratamiento. En mayo pasado, un accidente lo obligó a pasar por una dolorosa amputación parcial en uno de sus dedos, pero ni esa experiencia ha menguado su determinación.
Rosa nos habla de los “ángeles” que han encontrado en este camino. Es así como llama a las personas que, con calidez y empatía, les han brindado apoyo en cada momento. “Yo llamo ángel a esas personas que nos han brindado la mano y nos han dado el apoyo en todo lo que hemos necesitado en esta lucha, en este tiempo que hemos tenido aquí, con la enfermedad de mi esposo”.
Aunque menciona algún pequeño impasse vivido, Rosa resalta el buen trato que han recibido de parte del personal del hospital. Comprenden que el equipo de salud está sobrecargado de trabajo y que cada profesional hace su mejor esfuerzo por atender a todos los pacientes. Para esta pareja, mirar el lado positivo es esencial. “Siempre hay que ver el lado positivo de las situaciones”, comenta Rosa, dejando en claro su convicción de que la actitud es una parte crucial del tratamiento.