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En uno de los pisos del hospital, entre cajas de herramientas, equipo de protección personal y el ir y venir del personal médico, Jorge Elías Guilcapi Duche se agacha con destreza para instalar un nuevo lavabo. El gesto, parte de su rutina diaria, revela más que habilidad técnica: es una muestra de compromiso profundo con un lugar que, en sus propias palabras, “es su vida”.

Hace once años, Jorge llegó al hospital con conocimientos de plomería y albañilería que había aprendido mucho antes de cruzar estas puertas. Desde entonces, no ha parado. Recorre los pasillos día tras día, solucionando problemas invisibles para la mayoría, pero esenciales para el funcionamiento del hospital. “Yo ya sabía estas cosas antes de llegar acá”, comenta con una sonrisa tranquila, mientras ajusta una llave inglesa con la precisión de quien ha convertido su trabajo en una extensión de sí mismo.

Su labor es silenciosa, pero vital. En un entorno donde lo urgente se impone constantemente, Jorge representa esa constancia que rara vez se nota, pero que siempre está. Él y su compañero de mantenimiento forman un dúo eficiente, pero también una amistad sólida que se ha forjado con el tiempo, entre tuberías, baldosas y jornadas compartidas.

Casado y padre de cuatro hijos, Jorge ha sabido equilibrar su vida familiar con su devoción al trabajo. “Aquí me siento feliz, todos los días doy gracias a Dios”, repite con los ojos brillantes. Habla de su equipo con cariño, y de su oficio con el respeto que se tiene por lo aprendido con esfuerzo y amor.

Jorge no usa bata blanca, pero también salva el día. Su historia es la de muchos trabajadores que sostienen, desde las sombras, el funcionamiento de espacios fundamentales como los hospitales. Su vocación no está en el bisturí ni en los diagnósticos, sino en cada grifo que no gotea, en cada baldosa bien puesta, en cada rincón que sigue funcionando gracias a sus manos.

Porque sin personas como él, los hospitales no serían lo que son. Y aunque su nombre no aparezca en placas conmemorativas, su legado está en cada detalle silencioso que hace posible lo extraordinario.