Quito, Ecuador. — Sentado en una cama del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo, con un libro entre las manos y la mirada tranquila, Sergio Velasco Pozo transmite una serenidad poco común. A sus 37 años, su historia es una muestra de resiliencia, esperanza y profunda gratitud hacia el personal médico que lo acompaña en una nueva etapa de su vida.
En 2022, Sergio fue diagnosticado con endocarditis bacteriana, una infección grave del corazón que lo llevó a ser internado por primera vez en este hospital. La intervención fue compleja: le sustituyeron la válvula mitral por una mecánica. Durante varias semanas de recuperación, vivió lo que describe como “una experiencia marcada por el profesionalismo, el cuidado constante y una humanidad difícil de encontrar en otros entornos”.
Ahora, enfrenta una recaída. Una nueva infección lo obliga a internarse nuevamente y a prepararse para una segunda intervención quirúrgica. Sin embargo, su actitud no ha cambiado. “Confío plenamente en el equipo médico que me atendió la primera vez”, afirma con convicción. Su confianza no es ciega; está basada en la experiencia de haber sido tratado con excelencia médica y calidez humana.
En su habitación, Sergio ha aprendido a convertir la espera en una forma de fortaleza. Lee, medita, y se enfoca en mantener el equilibrio emocional mientras se prepara para lo que viene. Para él, este espacio —que para muchos representa incertidumbre y ansiedad— se ha transformado en un refugio. “La atención ha sido excelente. Aquí no me siento un paciente más: me siento acompañado”, asegura.
El testimonio de Sergio resalta el papel fundamental del personal de salud, no solo en la recuperación física de los pacientes, sino en su bienestar emocional. Agradece particularmente a médicos y enfermeras por su presencia constante, por el trato cercano y por mantener un ambiente que, a pesar de ser hospitalario, se siente cálido y seguro.
Historias como la de Sergio Velasco recuerdan que detrás de cada cama de hospital hay vidas que luchan, esperan y agradecen. Y que muchas veces, el mayor alivio no solo está en la medicina, sino también en la humanidad con la que se brinda.