En un rincón silencioso pero esencial del Hospital Eugenio Espejo, Johanna Calderón desarrolla una labor que pocas veces se visibiliza, pero que resulta vital para miles de personas: trabaja en el área de Medicina Transfusional, donde se procesa y garantiza la sangre segura para quienes más la necesitan.
Con una trayectoria de más de once años, Johanna describe su trabajo como una experiencia profundamente gratificante. “Aquí hacemos pruebas de compatibilidad para entregar la sangre más segura a los pacientes. Con una sola donación, podemos salvar hasta cuatro vidas”, explica con serenidad y orgullo.
Una vocación que salva
La sangre que ingresa al banco es separada en diferentes componentes: glóbulos rojos, plaquetas y crioprecipitados. Cada uno de ellos puede ser vital para distintos pacientes. “Una persona puede necesitar glóbulos rojos, otra plaquetas, y otra crioprecipitados. Eso nos permite salvar hasta cuatro vidas con una sola donación”, detalla Calderón.
Su rol se vuelve aún más crítico en contextos de emergencia. “Muchas veces ingresan pacientes en estado de shock, y no tenemos tiempo de tipificar completamente su grupo sanguíneo. En esos casos, utilizamos sangre O negativa mientras hacemos el proceso. Actuar con rapidez puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”.
Una responsabilidad silenciosa
Ante la pregunta de cómo se siente al cargar con esa responsabilidad, Johanna no duda: “Me siento feliz. Saber que pude ayudar, que enviamos la sangre correcta a tiempo, me llena de satisfacción. Aunque es un trabajo que exige mucha concentración, precisión y compromiso, siempre salgo tranquila, sabiendo que hice lo correcto”.
Su sensibilidad con la vulnerabilidad de los pacientes ha sido una constante en su vida profesional. “Desde niña me llamaba la atención la enfermería. Estudié Tecnología Médica y luego hice mis prácticas en la Cruz Roja, donde descubrí el banco de sangre. Desde entonces, me dediqué por completo a esto”.
Amor por lo que se hace
Para Johanna, el secreto está en la vocación. “Mi mensaje para mis compañeros es que trabajemos con el corazón. De nosotros depende salvar una vida. Hay que hacerlo con amor y con responsabilidad”.
A lo largo de su carrera ha visto casos conmovedores y ha enfrentado situaciones de alta presión, pero su convicción permanece firme. “Es fuerte estar rodeada de sangre, pero sabemos que es sangre segura, libre de virus, y que la trabajamos con todos los protocolos para dar tranquilidad y vida a nuestros pacientes”.
Al terminar su jornada, Johanna no se lleva cansancio. Se lleva paz.