Quito, junio 2025 — A sus 62 años, Francisco Julián Villamar Veas, maestro de profesión, vivió una experiencia que cambió su vida para siempre. Mientras se encontraba dando clases en su propio domicilio, comenzó a sentir un dolor inusual en el pecho que, en cuestión de minutos, se transformó en un paro cardíaco.
“El dolor empezó leve, pero raro. A los 10 minutos fue más fuerte y a los 15 ya sentía escalofríos”, relata. Preocupado por sus síntomas, decidió buscar atención médica, acompañado de su hija. Aunque inicialmente intentaron llegar directamente al Hospital Eugenio Espejo, realizaron una parada obligada para estabilizarlo.
Ya en el hospital, Francisco fue ingresado por el área de emergencias, donde recibió atención inmediata por parte del personal médico. “Vi tantos doctores jóvenes a mi alrededor, todos pendientes, todos colaborando. La atención fue muy buena”, comenta con gratitud.
Posteriormente, se le colocó un marcapasos temporal y se le practicó una coronariografía, procedimiento que permite observar el estado de las arterias coronarias mediante un catéter que se introduce por la vena hasta el corazón.
Actualmente, don Francisco se encuentra en recuperación, a la espera de que su corazón retome su funcionamiento normal para poder retirarle el dispositivo.
Con voz pausada pero firme, asegura que su confianza en el sistema de salud pública se ha renovado. “Antes tuve un pequeño problema, pero esta vez la atención fue excelente. No solo los médicos, sino también camilleros y todo el personal aportaron con su granito de arena”.
Sobre el Hospital Eugenio Espejo expresó: “Es un muy buen hospital. Lo más importante es que la gente que trabaja ahí mira primero lo humano, y eso se siente”.
Está previsto que reciba el alta médica durante el fin de semana, si su evolución continúa favorable. Agradecido con el personal de salud, don Francisco asegura que esta experiencia le ha reafirmado el valor de la vida y el compromiso de quienes dedican su vocación a salvarla.