Con una energía contagiosa y una sonrisa que no se apaga, Jesús Osvaldo Armijos recuerda con claridad el día de su accidente: estaba limpiando en una escalera cuando un mal paso lo llevó al suelo y le fracturó la mano. La cirugía fue inmediata; una platina le devolvió la estructura al hueso, pero lo que realmente le ha devuelto el ánimo —y la fuerza— ha sido su paso por rehabilitación. “Al principio no podía ni alzar un jarro”, cuenta, pero hoy ya siente casi toda la fuerza en su mano. “Incluso tengo mejor movilidad en los dedos”, dice con orgullo, mientras realiza sus ejercicios con determinación.

Jesús no es ajeno al esfuerzo. Años atrás enfrentó una cirugía mayor en su pierna, con platina y ocho clavos incluidos, y ahora nuevamente da muestra de una resiliencia admirable. Su profesión de cocinero de comida china requiere agilidad, precisión y fuerza en las manos, y aunque estuvo un mes sin trabajar tras la operación, hoy ya volvió a su rutina, alzando la bandeja y moviéndose entre sabores con la misma pasión de siempre. “Hago gimnasio, tina, magneto… todo lo que me toca, lo hago con ñeque”, dice entre risas, como quien sabe que la recuperación también se gana con actitud.

Agradecido y satisfecho, no escatima palabras cuando habla del equipo médico que lo ha acompañado. “La atención ha sido excelente, me han ayudado mucho”, afirma con emoción. Jesús es testimonio de que, incluso tras una caída, uno puede levantarse con más fuerza. Cada terapia que realiza no solo le devuelve el movimiento a su mano, sino también la confianza de que, paso a paso, se puede volver a estar bien. Y él, con esa vitalidad incansable, lo está logrando.

 

0002