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A simple vista, lo que más llama la atención en Anderson Rojas es el brillo de sus ojos verdes y una sonrisa que se mantiene firme, incluso en medio de la adversidad. A sus 22 años, este joven diseñador gráfico y fotógrafo enfrenta con valentía el síndrome de Gorlin-Goltz, una enfermedad rara que ha puesto a prueba no solo su salud, sino también su fortaleza emocional.

Anderson ha pasado la última semana hospitalizado, preparándose para una cirugía clave en su tratamiento. Será la primera vez que se someta a dos intervenciones quirúrgicas en un mismo periodo, pero eso no parece intimidarlo. “Confío en el equipo médico. Me explicaron todo con detalle y sé que voy a estar mejor”, afirma con serenidad.

Más allá de las paredes del hospital, su pasión por el diseño y la fotografía sigue intacta. Habla con entusiasmo de sus proyectos, de los colores que lo inspiran y de su deseo de seguir capturando historias a través de su lente. “A pesar del dolor, trato de mantenerme creativo. Es lo que me llena”, cuenta mientras ajusta la manta sobre sus piernas.

Uno de los aspectos que más destaca de su proceso es la calidad humana del equipo que lo acompaña. “El carisma de los médicos es chévere… hasta conversan con nosotros para relajarnos”, comenta entre risas. Y es que, para él, ese trato cercano y empático ha sido fundamental para sobrellevar los momentos más difíciles.

La historia de Anderson es un reflejo del poder de la esperanza y del impacto de un sistema de salud que pone a las personas en el centro. Su determinación y actitud positiva lo han convertido en una inspiración para quienes lo rodean y para quienes conocen su historia.

“Es mi vida y quiero vivirla bien”, concluye con una sonrisa que no se apaga.

Fuerza, Anderson. Estamos contigo.