En la silenciosa pero vital área de Cuidados Intensivos, hay una presencia que no pasa desapercibida. Marta Susana Ávila Cevallos lleva 15 años entregando cuerpo y alma como auxiliar de enfermería.

Su caminar es sereno, sus manos diligentes, y su voz, siempre lista para calmar el temor de quienes luchan desde una cama por volver a casa. La misión de Susy es muy íntima. Es quien se asegura de que el paciente esté limpio, cómodo, acompañado. De que alguien le hable cuando la soledad aprieta, de que un abrazo o una caricia alivien lo que la medicina no siempre alcanza. “Trato de que se sientan como en su casa”, dice con orgullo. Sus manos han sostenido las de muchos. Como las de aquel joven de 17 años, que sin poder hablar, solo necesitaba saber que alguien lo escuchaba. Susy lo entendió sin palabras, como entiende cada día que su labor no es menor. “Un auxiliar de enfermería no es solo quien limpia. Es quien acompaña , quien da esperanza.” Su mensaje es claro: la atención en salud es un trabajo de equipo.

Y en ese engranaje, los auxiliares son esenciales. A sus compañeros les pide que sigan sirviendo con amor, y a las familias, que confíen. Porque cuando el profesionalismo se une con la empatía, nacen milagros que no siempre están en los manuales, pero sí en los gestos.

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